Aquellos lugares por los que siempre transitas cobran un significado especial, cuando imaginas como era todo antes de estár tú, de tu temporalidad. Recapacitas sobre tu presencia, es entonces cuando comprendes que el destino te acercó allí para respirar esos momentos.
Éste trabajo fotográfico tiene una gran carga personal y documental.
Mis raíces están ligadas a un pequeño pueblo llamado Pelahustán (Toledo), en el que he
pasado la mayor parte de mi infancia. De pequeña solía corretear por sus calles, montando en
bici, en verano, jugaba al escondite, etc. Recorrer sus calles tiene un gran encanto, por ellas
puedes llegara a imaginar quién vivía en las casas, ahora la mayoría abandonadas. Y sus
puertas, mantienen vivos los recuerdos allí vividos.
Es un recorrido por la memoria, reconoces los hogares y recuerdas como eran aquellas
viejecitas, que asomadas te preguntaban al pasar, ¿oye niña, de quién eres?
Por eso y por muchas más anécdotas quise mantener vivo un pasado que ha influido en mí
todos estos años.
Para mí son puertas que se abren hacia aquellas historias de tantas gentes, que ocuparon ese
lugar.
Dentro del reflejo de mis experiencias, tienen un grato recuerdo. He vivido tantos buenos
momentos, que no podía pasar por delante de ellas sin más. Algunas de ellas van siendo
suplidas por otras nuevas, de maderas más modernas, algunas metálicas, pero ninguna de ellas
tiene una carga emotiva. Forman parte de una historia, de un recuerdo, de una vida.
Por eso he querido introducirlas en Fonteius, son encuentros inesperados que activan en mí
una nostalgia al pasado, mi infancia.